
No es el caso hasta el momento. La firma de los casi 20 ingenieros, técnicos y diseñadores que trabajan en Camarillo puede leerse en varios de los modelos con que Volvo ha iniciado la compleja operación de cambiar de imagen sin perder la identidad. Ellos son autores, por ejemplo, del diseño parcial de la berlina S80, del interior y exterior del S60 y del exterior del todocamino XC 90, cuyo éxito está costando a los clientes de Volvo varios meses de espera. Básicamente, se trata de conjugar los intereses de tres áreas: diseño, ingeniería y negocio. El director de diseño de la marca sueca en Camarillo, Geza Loczi, fue uno de los fundadores del centro en 1986 y resume su trabajo como un constante debate con los ingenieros. «Ni ellos ni los clientes aceptarían algo que simplemente parezca atractivo», dice. Como último filtro, las propuestas de diseño e ingeniería deben pasar la prueba de la rentabilidad. El responsable de esta área, Dirk Koring, es quien determina los costes del modelo o de una parte del vehículo en función de lo adaptable que sea a las plataformas y sistemas de producción de la marca. Pero los integrantes del centro de Camarillo son conscientes de que su trabajo consiste en mirar al futuro para adelantar el presente del automóvil en, por ejemplo, 2010. Dar con ideas concretas y rentables significa garantizar el futuro del centro y, por extensión, de la marca. En este sentido, los cambios en los que trabaja la materia gris de Volvo en lo referido a aerodinámica, medioambiente y movilidad son radicales y fuerzan a adaptar rasgos tan marcados como la seguridad o el carácter familiar de sus vehículos. Así, la marca perteneciente al Premier Automotive Group de Ford tiene sobre la mesa los planos de al menos tres prototipos procedentes de Camarillo para su producción en 2010. El primero de ellos, denominado Volvo PMV, es un biplaza enfocado a conductores urbanos que se planteen el uso de este vehículo para desplazarse de casa al trabajo sin sufrir en exceso los atascos propios de las grandes ciudades. Su tamaño y el estilo de conducción que supondrá en el caso de que llegue a ser una realidad representan toda una ruptura con la filosofía de la casa sueca respecto al uso que hacen del coche o motos sus clientes. Los diseñadores de Volvo quieren que la marca sea más divertida y, literalmente, proponen con este proyecto «una motocicleta de cuatro ruedas» tan segura como el S80.
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